«Me veo subida en un tren que mira mucha gente», reconoce Viri. Pero eso no significa que vaya a dejar de hacer lo que su parroquia espera de ella: rotundos platos de cuchara –algunos de raíces medievales como el pote de castañas–, verduras, guisos de caza y unos postres cuyo renombre traspasa fronteras.
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