La semana pasada, días antes de los cierres, estuve, un año más, en LERA. Una casa que he frecuentado desde hace casi dos décadas. En este tiempo he seguido muy de cerca la evolución de este restaurante que siempre, incluso en sus años más modestos, ha sido referencia de la cocina de Castilla y León. Un tiempo en el que el viejo mesón de pueblo situado junto a la carretera, con aquel angosto y caduco comedor, se ha transformado en un amplio y moderno restaurante, con el valor añadido de un pequeño y acogedor hotel. Fui testigo del regreso de un joven Luis Alberto Lera al negocio familiar. Regreso que supuso aire fresco para aquel Mesón del Labrador que él convirtió en este Lera del que ahora disfrutamos. Lera apoteosis de la caza
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