La carne de caza, por ejemplo, que tiene fama de puñetera, a mí me sale de escándalo. Si -bien por una cuestión técnica o bien, directamente, a causa de la envidia- no terminan de tener fe en las capacidades gastronómicas que les vengo relatando, pueden preguntarle su opinión a mi marido. Aunque, siendo honesta, dudo que les conteste: los muertos tienen la mala costumbre de no verbalizar sus cumplidos.
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