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Quizás la historia del hombre como tal comenzó con el descubrimiento del fuego, porque hasta entonces los alimentos se consumían crudos, ya fueran frutos, carne o pescado. Pero hay otra curiosidad, al menos tan importante, el uso de la sal. El único mineral que los humanos no comemos y que tanto nos gusta. Acuérdense estimados amigos de nuestro jamón, o de esas aceitunas manzanilla que a modo de rico tentempié hacen de acompañante perfecto a muchos vinos o limonadas regadas con la compañía perfecta a la hora de vermut, o a cualquier hora, todo hay que decirlo.
Antes era cosa de tiendas especializadas el tener una colección amplísima de diferentes sales, de colores, con aromas e incluso de diferente partes del planeta. Ahora una sal rosa del Himalaya nos la encontramos en el súper más cercano a la puerta de casa, además de sal de escamas, sal negra con carbón activado o incluso con el color, aroma y sabor menos pensado.
El otro día vi en un programa de televisión en el que hablaban de este tema y casi denunciaban que los consumidores estaban gastando una cantidad de dinero exagerada en la compra de diferentes sales cuando se pueden hacer en casa de una forma fácil y sencilla, me decidí a probar. El resultado no puede ser más satisfactorio.
Vamos a tomar como referencia la sal de naranja aunque se puede hacer de cualquier cosa.
Ingredientes:
– 50 gramos de sal yodada gruesa.
– La ralladura de la piel de una naranja
– Una cucharada de agua
– Un bol
Preparación:
– En el bol ponemos la sal, sobre ésta rallamos la piel de una naranja, añadimos la cucharadita de agua y removemos bien para que quede bien mezclado. Tiene que quedar como si fuera arena de mar humedecida. Dejamos secar al sol, revisando de vez en cuando. Al estar húmeda y secarse se nos formarán pequeñas rocas que al toque de una cuchara rompen fácilmente.
– En las fotos puedes ver que me animé he hice una sal de naranja, con color y aroma evidentemente a naranja. La de frambuesas queda con un color rosa intenso precioso, de romero y negra con carbón activado. Las opciones son tan amplias como tu imaginación te permita, con vino tinto, con oporto, con jengibre y limón.
La misma técnica utilicé para estos terrones de azúcar, eso sí utilizando unos moldes de silicona. Para esto debo usar moldes más pequeños, dado que un terrón de azúcar normal tiene un peso aproximado de 4 gramos y estos se van al 4×4.
Ingredientes:
– 100 gramos de azúcar
– 10 frutos de frambuesas
– Un bol y un cucharadita de agua.
– Molde con formas de silicona
Preparación:
– Colocar el azúcar en un bol y con la ayuda de un colador triturar las frambuesas, que deben estar maduras. Sobre el azúcar añade la cucharadita de agua y remueve. Recuerda que queda como si fuera arena mojada. Esta mezcla la vamos metiendo en el molde de silicona y presionamos suavemente con la ayuda de la cuchara para que no queden huecos vacíos. Para secar tenemos dos opciones, en microondas a máxima potencia de 20 segundos en 20 segundos hasta que veamos que está seco (hay que esperar un poco para desmoldar, a que se enfríe, si no se rompen) o dejar el molde en un sitio seco y soleado hasta que esté totalmente seco el azúcar.
– Una vez secos tendremos unos bonitos azucarillos de colores, con aroma e incluso con color, para endulzar una jarra con limonada, una infusión u otras bebidas. Eso sí, cuidado con la cantidad de azúcar.
– Otra opción, triturar con la Thermomix o un molinillo de café y obtendremos un bonito azúcar glass con colores naturales.
Espero que os haya gustado esta pequeña y divertida locura. Si tenéis niños es una buena actividad para hacer con ellos…