Cuando hablamos de los valores nutricionales de la carne de caza, debemos empezar destacando que cuenta con unas características organolépticas y nutricionales propias que la distinguen del resto de carnes.
Puede proceder de animales de «caza mayor» y de «caza menor», pudiendo ser tanto «caza de pluma» (aves) como «caza de pelo» (mamíferos). Estos últimos pueden ser ungulados (ciervo, jabalí, corzo, gamo) y lagomorfos (conejo, liebre). Las aves pueden ser terrestres o acuáticas (patos); sedentarias (perdiz) o migratorias (becada).
¿Cuales son los valores nutricionales de la carne de caza?
Por lo general, la carne de caza tiene un proporción mucho más baja en grasa intramuscular, oscilando entre el 1% y el 8%, por lo que se encuadra dentro de las carnes magras.
Los minerales como el «hierro hemo», fósforo, magnesio, potasio, zinc y calcio abundan en la carne de caza, que también en muy rica en vitaminas del grupo B (B6 y B12). Es un alimento muy apropiado para corregir situaciones de anemia.
El contenido en proteínas es también más elevado, alcanzando valores entre el 20% y el 23%. El valor energético es prácticamente la mitad que el del resto de carnes.
La carne de caza es sabrosa, tierna y con un aspecto rojizo.
Es un alimento muy útil en la cocina dietética por su bajo contenido en colesterol y lípidos.
Un reciente estudio científico realizado por el IREC en colaboración con otras entidades ha demostrado que la carne de los rumiantes salvajes cuenta con elevadas cantidades de melatonina. Esta hormona resulta muy beneficiosa para el control del sueño, como protectora contra agentes carcinógenos y para reducir la presión arterial crónica.
El número de recetas de caza, jabalí, corzo, perdiz, conejo …, es tan extenso y variado que podríamos comer todos los días del año sin repetir ninguna de ellas. ¿Que otro alimento nos puede permitir eso?